domingo, 8 de febrero de 2015

Perder la visión

Cuando las cosas no funcionan es lógico, normal y hasta sano intentar de cambiar lo que creemos que provoca el mal funcionamiento, de cualquier aspecto de la vida.

Hoy día si lo trasladamos a la política, a la gestión de lo público, encontramos un deseo de modificar, de cambiar nuestra forma de hacer las cosas.

Y desde algunos ámbitos, este cambio ya se está realizando. Partidos políticos que modifican sus formas, desde primarias a establecer una escucha activa para, empaparse de los problemas de todos y todas, no solo de los que tienen más cercanos sino de toda la sociedad. Cosa que no está libre de complicaciones pero que era necesaria.

Esto también necesita que la sociedad como tal pero también, de una forma individualizada, esté dispuesta a ese cambio. Porque una cosa es pedir un deseo, demandar que  cambien los demás, pero otra distinta es aplicarnos ese cambio a nosotros mismos.
Si el cambio que anhelamos es solo para una mejora particular, para una parte de la sociedad solo trasladamos de ubicación el problema.

Es lo que parece que realizan nuevas propuestas, que lejos de plantear un cambio de actitud, de maneras de hacer, lo que hacen es pedir la desaparición de una parte de la sociedad y justificar cualquier acción del propio grupo.
Es nacer con la semilla de repetir los errores pasados. Pero lo realmente preocupante, desalentador es ver que lo que tal vez, podría ser un punto de inflexión para que todos se replanteen la vieja forma de hacer las cosas, es ver que los errores del pasado si son realizados por la nueva hornada, son justificados justamente por los perjudicados.

Y esto es lanzar un mensaje claro que quienes su objetivo es justamente, aprovecharse para su interés personal, solo tendrán que enarbolar la bandera de un grupo y saben que tendrán un seguidismo casi religioso. 

Es un gran error la pasión ciega, porque justamente nos impide ver la realidad. Esa ceguera, ese seguimiento a una persona es lo que puede justificar a los ojos de los que procesan esa pasión, una aceptación de acciones que justamente se querían desterrar pero que, solo son reprochadas según el color de la bandera bajo la que se realiza.

Es imposible seguir un camino con los ojos vendados, guiándonos  por el sonido de una sola voz.